"La pitonisa leyó la mano de la mujer lectora. En cada línea adivinó un capítulo de su vida: un comienzo feliz, un nudo en la garganta y un desenlace trágico. Desde ese día, la mujer lectora leyó entre líneas." (Esto y ESO). Raúl Vacas.

martes, 23 de febrero de 2016

La razón por la que sonrío sin por que.

En preguntar lo que sabes 
el tiempo no has de perder.. 
Y a preguntas sin respuesta 
¿quién te podrá responder?


Me subí al autobús y pude admirar en esa milésima de segundo como tus ojos buscaban los míos mirándote una última vez. Y me senté en uno de esos asientos mirando hacia atrás por si decidías correr para detener el vehículo y darme otro beso. Mi cabeza aún se preguntaba, que hacía en aquel lugar en aquella hora, si ese camino llegaba a algún sitio, si se estaría mejor contigo en la silla vacía de al lado, si de verdad era invierno y que si de verdad eso era ser feliz.
Cuanto más me alejaba más me dolía la cabeza. Era un dolor punzante y continuo. Había pasado en muy poco tiempo de estar contigo abrazado a estar sentado en un autobús lleno de desconocidos de caras tristes y a un cielo cada vez más oscuro. El contraste entre mi cabeza y los fríos tiempos que pasan era demasiado grande y sentía mi cráneo comprimir mis pensamientos como cuando se baja de lo alto de una montaña y las botellas se aplanan.
Y la distancia se hacía más larga y cuanto más larga más pensaba en la siguiente vez que te fuera a ver o si de verdad habría otras. Eras demasiado grande para mi cabeza. Y eso que había desechado ya a mi familia, mis estudios, mis amigos, mi vida. Pero aun así no cabías.
La situación era cada vez más complicada, cada minuto más doloroso. Mi mente no estaba lejos de explotar y ya había comenzado la cuenta atrás. La catástrofe era inminente. Imparables las consecuencias.

Entonces, ahí mismo, en público, sin razón, sonreí.


Santiago García.




No hay comentarios:

Publicar un comentario