"La pitonisa leyó la mano de la mujer lectora. En cada línea adivinó un capítulo de su vida: un comienzo feliz, un nudo en la garganta y un desenlace trágico. Desde ese día, la mujer lectora leyó entre líneas." (Esto y ESO). Raúl Vacas.

miércoles, 14 de octubre de 2015

Bécquer y el amor 2.1

Isabel y Eric.

La velada terminó a base de viejos hombres borrachos y damas sin escrúpulos.
 Fue hasta tal punto su encaprichamiento por aquella doncella que para él ese lugar no era una boda, eran las vistas desde una montaña, salvaje, indomable, (insertar adjetivo calificativo). Después de aquella noche él solo tenía imaginación suficiente para encontrarla. Sentía que la piel le quemaba cuando ella le soltaba. Sentía el paso del tiempo únicamente en los momentos en los que ella no estaba con él.
Él sentía que debía haber atendido más a las clases de literatura porque las palabras no eran las correctas cuando salían de su boca.
Después de varias tardes de quererse lento, se esfumó su capacidad de resistirse a aquel joven de extraño nombre, extraña apariencia que intentaba aparentar pertenecer a su mundo, su siglo.“¡Pero qué hermoso es ver el día coronado de fuego levantarse, y, a la vez de su beso de lumbre, brillar las olas y encenderse el aire!”
Aunque tenían diferencias, los dos eran libres, los dos tenían sueños por los que soñar.
Él no consiguió su número de teléfono.
Ella no sabía qué era eso.
Él le escribió cartas.
Ella tuvo que aprender a leer.
Él actualizó su estado civil en Facebook.
Ella aprendió a responderle las cartas.
Él faltaba a sus clases.
Ella ya no iba a la iglesia.
Él deseaba.
Ella quería.
Él era del XXI.
Ella del XIX.
Él era de ella.
Ella era de él.


“Dos ideas que al par brotan, 
dos besos que a un tiempo estallan,
 dos ecos que se confunden…:
 Eso son nuestras dos almas.”


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