"La pitonisa leyó la mano de la mujer lectora. En cada línea adivinó un capítulo de su vida: un comienzo feliz, un nudo en la garganta y un desenlace trágico. Desde ese día, la mujer lectora leyó entre líneas." (Esto y ESO). Raúl Vacas.

martes, 24 de noviembre de 2015

Antónimos pero complemantarios

                                

El silencio es parte de nuestra vida y de la comunicación y, sin el silencio, no existirían las palabras.
En el silencio escuchamos y nos podemos conocer mejor a nosotros mismos, nace en nuestro interior, comprendemos y analizamos mejor lo que queremos decir o elegimos como expresarlo.
Sin hablar, callando, permitimos que la persona que tenemos delante se exprese, que diga sus ideas, sus pensamientos... Con el silencio manifestamos nuestra alegría, las preocupaciones, el sufrimiento, nuestras reflexiones. El silencio es precioso para pensar, para elegir, para conocer y reconocer nuestras posiciones ante la vida y reconocer nuestros errores. El silencio puede significar indecisión, aprobación, rechazo y en estos días atrás, hemos pasado del silencio al ruido. Al ruido en nuestros corazones, en lo más profundo de nuestro ser, en nuestras conciencias.
El ruido mediático, el de las grandes potencias, el de las balas, el de la sin razón, el del dolor, ha sacudido nuestras vidas. El silencio ha dejado paso al sin sentido, al gritar para hacer las cosas en nombre de alguien y para alguien.
El ruido es expresión de violencia, de destrucción. Quien más ha gritado más ha llamado la atención pero no ha tenido más razón por ello. Nacemos y morimos haciendo ruido y en silencio.
No debemos permanecer en silencio ante la barbarie, debemos gritar, llorar, manifestar nuestra rabia y desazón. Aquí, el silencio no vale, aunque sí se levanta en señal de solidaridad y tristeza, de compasión.

"Habla y deja hablar
vive y deja vivir
calla y escucha"

María Perisé

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