Eros, dios de las casualidades románticas, presencia translúcida y eterna, que se abre paso al tiempo para colarse en diversos instantes de la historia para hacer brillar los ojos de los humanos y prenderlos de deseo, a menudo reflexiona sobre lo extraordinaria y conmovedora que es la efímera vida humana, la manera que tenemos de tejer historias, de convivir con el caos. Lo que ve de bello en la tierra son los paisajes cambiantes, perecederos y frágiles, donde todo fluye, palpita, se desintegra.
Paralela a esta historia, Virgilio intenta escribir un gran
poema en una Roma nada parecida a la esplendorosa ciudad de templos que se
describe en los libros de historia, la capital de un gran imperio, la dueña del
Mediterráneo. Es la Roma de las callejuelas estrechas y los ideales
traicionados, la decadencia y la miseria, los emperadores, la codicia y el
ansia por el poder.
Elisa mujer poderosa, valiente, audaz en un mundo de hombres,
huye de Tiro y se convierte en reina de Cartago, Eneas héroe de Troya, vagabundo
y derrotado en busca de una profecía y un destino que cumplir, recaba en la
costa africana, en Cartago y como mitos
del pasado, almas paralelas que se encuentran sin quererlo, náufragos,
desterrados de su lugar de origen, comenzaran a tejer una historia de amor con
el fin de recabar en otras tierras para formar un nuevo imperio.
Y así es como escribirán nuestra historia, Yulo, como una
gran leyenda y nuestros nombres trascenderán y no moriremos nunca, (No hay por
qué tener miedo), así que aunque lo peor haya pasado vamos a quedarnos un rato
más los dos juntos, ¿qué tal para siempre?
María Moya
María Perisé
Santiago García
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